Casas Grandes.- Las relaciones que mantuvieron el Occidente, y las regiones noroeste y norte-centro de México, hacia el 900-1100 d.C., gestaron una “nueva tradición” de la que partiría posteriormente la cultura tolteca.
Se trata de una tradición cultural que es motivo de estudio para diversos investigadores, entre ellos, los arqueólogos Otto Shoundube, Patricia Carot y Marie-Areti Hers. En la XII Conferencia de Arqueología de la Frontera Norte que se lleva a cabo en el Centro Cultural Paquimé, en Casas Grandes, Chihuahua-, foro en que se diserta sobre la interacción de esta gran región con el Occidente, los especialistas brindaron nuevos datos que refieren la prolongada relación entre una y otra área, misma que fue de ida y vuelta.
Otto Shoundube, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), en Jalisco, manifestó que “normalmente se acepta que de Mesoamérica hubo colonización hacia el norte. No obstante, para algunos autores, se trató más bien de una difusión de ideas.” Desde hace algunas décadas -dijo-, se han tratado las similitudes entre el suroeste de Estados Unidos-noroeste de México y las culturas del Occidente, “estos movimientos se hicieron por dos rutas:
De Zacatecas, Durango, norte de Jalisco, a través del borde oriental de la Sierra Madre Occidental; y otra mediante la costa de Sinaloa, Sonora”. “Estas ideas mesoamericanas que se trasladaron al norte en los primeros siglos (III-IV) de nuestra Era, sobre todo con los pueblos agrícolas, produjeron lo que llamo el `cambio de vestimenta”. Estos grupos llegaron con una estructura mesoamericana, pero la fueron adaptando al medio norteño que era más hostil”. “Sin embargo, al declinar algunos centros de poder mesoamericanos, entre ellos Teotihuacan, los grupos del norte retornan a sus lugares de origen, pero con ideas mesoamericanas ya modificadas. Este intercambio cultural quedó plasmado en distintos elementos arqueológicos, principalmente en la iconografía de la cerámica”.
En el encuentro académico organizado por el INAH, Shoundube explicó que de la tradición llegada al norte por la costa se retomaron figuras zoomorfas y antropomorfas muy naturalistas. Mientras el arribo por la parte serrana de tradiciones como Chupícuaro y Chalchihuites, brindaron expresiones geométricas; integrando así una “nueva tradición”.
“La hostilidad del norte originó ideas de sacrificio humano bastante marcadas que se reflejan en el culto a las calaveras o los cuchillos de sacrificio. Esto más tarde se volcaría a la costa sinaloense dando lugar a la tradición Aztatlán que es la que llega al centro de México”.
Antes se creía que estas manifestaciones que denomino `Nueva tradición” habían venido de Tula, de los toltecas, pero para mí, la tradición tolteca se forma en esta región de confluencia del altiplano norte con la costa de occidente”.
La doctora Patricia Carot, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, dio a conocer los datos que en este sentido ha brindado un sitio arqueológico en la Ciénega de Zacapu, en la zona lacustre michoacana; exploraciones que ha compartido con su colega, la doctora Marie-Areti Hers. Allí se ha localizado cerámica de una tradición cultural que ha sido denominada “Loma Alta”; vasijas y platos revelan una iconografía vinculada al suroeste de los Estados Unidos. La experta detalló que esta tradición se desarrolló en los primeros siglos de nuestra Era y hasta el 550 d.C., se trasladó hacia Durango y Zacatecas, interactuando así entre 600-900 d.C., con la cultura Chalchihuites. Esta a su vez, avanzaría hasta llegar al noroeste de México-suroeste de Estados Unidos, para intercambiar ideas y estilos con pueblos como los hohokam.
Se trata de un proceso cultural que se extendió del 500 al 1200 d.C., aproximadamente. La cerámica del sitio arqueológico en Michoacán demuestra también que los grupos que originalmente salieron de ahí, regresaron en un determinado momento con una iconografía “mezclada” con lo norteño.
*Fuente. Akronoticias.com
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