miércoles, 24 de septiembre de 2008

Origen del Temple II

Fundación y privilegios.

Ubiquemonos, en la anterior entrada que dediqué al temple traté, desde mi punto de vista, el controvertido tema del origen del fundador y algunos rasgos alrededor de la fundación de la orden, número de personas iniciales, ubicación, etc. Intentaré establecer, a continuación, la cuestión de como la Orden del Temple adquiere el reconocimiento oficial por la iglesia.

Para referirse a la fecha exacta de la fundación de la orden, lo mejor es moverse en una data relativa, es decir, alrededor de 1118-1120 explicando a continuación el por qué. Tal y como nos dice Guillermo de Tiro, la fundación de la orden de los Pobres Caballeros de Cristo se basaba en la intención de formar un grupo que fuese capaz de proteger a los peregrinos de los peligros que les acechaban en la ruta de Jaffa-Jerusalén. He aquí nuestro primer problema, Guillermo de Tiro es uno de los cronistas más próximos en el tiempo pero también es uno de los que peor se ajusta a la cronología. Por ello, tal y como defienden muchos especialistas, se aboga por tomar la fecha de 1119 como la data de fundación de la orden a raíz de un documento de concesión de bienes del Conde de Flandes el cual la realiza en el 13 de Septiembre de 1128 "9 años después de la fundación de la orden" y en el cual estaba presente Hugo de Payns quien hubo de dar su confirmación. Por otra parte el amanuense que tomó las indicaciones del concilio de Troyes las fecha de puño y letra el 13 de Enero de 1128, San Hilario, 9 años después de la formación de la orden. R. Hiestand demostró que esa fecha tenía que modificarse debido a que en la Francia de la época los años comenzaban el 25 de Marzo, por lo tanto el concilio se desarrollaría en Enero de 1129, por lo que nueve años antes en 1120, parece lo más probable, tendría lugar la fundación del temple.

Rápidamente se buscaron apoyos "políticos" y económicos para el desarrollo y la posterior consolidación de la orden tanto en Oriente como en Occidente. Pasado el 1126, momento en el que la orden ya se encuentra establecida en ambas partes, se produce el ingreso en la orden de Hugo de Champaña. Hugo de Champaña, figura a la cual había seguido Hugo de Payns (*ver artículo anterior) tenía buenas relaciones con Bernardo de Claraval y tal y como hicieron los demás caballeros que ingresaron en la orden cedió todos su beneficios a la institución. No debemos olvidar que Bernardo pertenecía a la familia de los Montbard, sobrino de André de Montbard, quinto Maestre de la orden y uno de los primeros pertenecientes a ella.

En 1129 se proclama el Concilio de Troyes al cual acuden un gran número de abades y personajes varios para dar fe del hecho buscando la oficialidad de la orden. Hugo de Payns establecía una serie de normas que posteriormente darían lugar a la regla Latina con 72 puntos. Seguramente San Bernardo tuvo una gran influencia en la "creación" de la regla pero no fue su autor, es decir, la regla se debió formar, seguramente a través de un "comité de expertos" pero Bernardo marcó la pauta la cual tendría un marcado carácter cisterciense, aunque en 1131 esta regla será revisada por el patriarca de Jerusalén. Lo que sí se le puede conceder a Bernardo es la creación de una justificación sobre la existencia de una orden que en principio rompía con todo lo establecido. De hecho, De Laude Novae Militiae o El elogio de la nueva milicia, se centra, sobre todo, en resolver el problema surgido con la figura del monje-soldado. La cuestión de la regla es bastante enrevesada, tras la regla primitiva en latín y la posterior revisión realizada por el patriarca, en 1140 surge la regla en francés la cual tendría que ser únicamente una traducción pero que realmente modificó toda una serie de artículos

Una vez aprobado el Concilio de Troyes el flujo de gente interesada en ingresar en la orden va a ir en aumento progresivamente con la curiosidad de que en un principio la mayoría no son caballeros si no más bien frates, sargentos de origen no noble cuya vestimenta era negra o marrón. Lo cierto es que en esta primera regla sólo había una norma para poder ingresar, ser de condición libre. Y no hablamos unicamente de flujo de gente sino también monetario, las donaciones tanto grandes como pequeñas empiezan a ser continuas y constantes lo que generará un prestigio y un poder para la orden que derivará en los posteriores privilegios.

En 1139 Inocencio II concede la bula Onme Datum Optimum donde se fija cual era realmente la misión del temple, apartando los recelos surgidos anteriormente y se le concede a la figura del Maestre una autoridad total dentro de la orden además la cuestión económica con la exención de impuestos generó la crispación del clero secular (algo que quizá en los años finales de la orden les pasaría factura). En este mismo año, el temple rechaza el dominio del Patriarca de Jerusalén, de quien dependían anteriormente y pasan a depender única y exclusivamente del Papa, ganando una gran libertad religiosa y capacidad de movimientos generando, a la postre, lo que puede ser considerado como un estado dentro de otro estado únicamente dependiente directamente de una autoridad, la papal.

En 1143 con la bula Milites Templi el poder del Temple crecía vertiginosamente. La bula Milites Dei de 1145 sigue aumentando la capacidad del temple y sus privilegios. Todos estos beneficios materiales y espirituales que está alcanzando la orden genera su parte negativa que es un resquemor desde otros sectores seculares y laicos dando lugar a situaciones rocambolescas como la que tuvo que solucionar en 1246 y 1255 Gregorio IX cuando obispos aragoneses habían excomulgado a templarios1. La bula Quanto Devotius Divino añadía una razón más para ese malestar general que existía contra las órdenes militares y , sobre todo, contra el Temple al anular los pagos de impuestos que debía hacer obligatoriamente todo el clero.

Quedaba de este modo establecida la orden del temple, institucionalmente se convirtiría en una de la más importantes de la época y tanto a nivel militar como económico sería un referente para todas las demás.

El caballero de cristo mata a conciencia y muere tranquilo: muriendo alcanza su salvación, matando trabaja por Cristo. Sufrir o causar la muerte por Cristo no tiene, por un lado, nada de criminal y por el otro, es merecedor de una inmensa gloria... ** Extracto del Elogio de San Bernardo.

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1. Demurger, Alain. Auge y Caída de los templarios. Ed. P. d. Agostini 2005. Pág 82.

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