-La Gran Plaza-
La Gran Plaza de Calakmul era el punto de encuentro de las fuerzas políticas, religiosas y sociales del cuchcabal de la cabeza de serpiente. Este centro de la urbe, el cual estaba comunicado con otras partes de la misma, a través de caminos de tipo urbano, fue el eje central de la vida pública desde el Preclásico tardío hasta los momentos finales del Clásico Tardío, un periodo en el que podemos intuir como toda esta actividad va dirigiéndose hacia una nueva localización llamada la Gran Acrópolis. El espacio de la Gran Plaza se encontraba distribuído en dos secciones formado por: la Estructura VII, al norte, la Estructura VI, al oeste, la Estructura II al sur y las Estructuras IV y III al este; la Estructura VIII cierra el extremo noreste y, por último, la Estructura V sería el punto de enlace de los dos sectores de la plaza. Siguiendo las ideas de Mercedes de la Garza[1], las características político-religiosas del Preclásico se pueden ver reflejadas en la distribución y configuración de la Gran plaza. Siguiendo los estudios arqueológicos del yacimiento, existen dos grandes momentos del desarrollo urbano de la ciudad:
1. En el Preclásico Tardío, en el cual ya estaba configurada el área de la Gran Plaza.
2. En el Clásico Tardío, en el que se produce una reordenación de la vida política y religiosa trasladándose hacia la Gran Acrópolis.
La configuración de la Gran Plaza nos manifiesta el gran sentido simbólico que tenían las construcciones mayas, mostrándose como una recreación del espacio sagrado, aquel lugar en el que lo sagrado queda a la vista de los hombres; zonas propicias para desarrollar las ceremonias sagradas, un sitio para convocar a los dioses[2]. Siguiendo estas convicciones en los edificios de la Gran Plaza se sucedieron una gran cantidad de eventos constructivos que, además de ser funcionales, servían para reforzar la situación de los linajes en el poder. La localización de unidades residenciales de las élites en el norte de la Gran Plaza nos da muestras de la importancia del conjunto puesto que, tal y como afirman autores como Inomata o Ciudad, en muchas ocasiones el “trabajo burocrático” en dichas estancias podía ser escaso y realmente estaban destinadas más a actividades de tipo doméstico o (tomándome la libertad de utilizar dicha expresión) de tipo “pasarela”, es decir, los gobernantes y cortesanos tendrían acceso visual a todo el conjunto, de la misma manera que la gente de a pie podría contemplar la majestuosidad de la vida palaciega. A la vista de todo el conjunto, autores como Webster y Sanders[3] abogan por la teoría de considerar a Calakmul como un centro no urbano o por lo menos no tan urbano como otros centros mayas, es decir, si tenemos en cuenta el tipo de ocupación que estamos comentando podríamos asegurar que es una ocupación “especializada” y limitada para cierto tipo de población mientras que el resto de la población se dispondrían en establecimientos habitacionales en las zonas periféricas.
Se han hallado restos de ritos como ofrendas propiciatorias en edificios y altares, etc. Entre las ofrendas destacan vasijas con cabezas decapitadas; una de ellas encontrada en la Estructura IV B había sido envuelta en un sudario impregnado de Hematina, una sustancia que sustituía a la sangre, la cual era el vehículo del Ch´ulel, espíritu o alma personal. También es curioso el descubrimiento de vasijas con objetos rituales como conchas marinas, Spondylus, puntas de mantarraya e incluso perlas. Sin duda, uno de los elementos más característicos de estos edificios es que, durante las excavaciones, se han encontrado en el interior de los mismos, trece entierros[4], que, al parecer, pertenecían a varios gobernantes de la ciudad. Gracias a los continuos descubrimientos y trabajos desarrollados por los investigadores se puede concluir el uso funcional de muchas de las estructuras que formar parte del conjunto de la Gran Plaza; de esta manera sabemos que en dichos edificios se desarrollaban diferentes actividades: trabajos domésticos, elaboración de alimentos, hilado, etc así como la labor que desempeñaban, centros residenciales, sagrados, almacenes, etc.
A principios del Clásico Tardío se produce una reorientación político-religiosa, en la cual la Gran Plaza pierde importancia tomando el relevo la parte de la ciudad conocida como La Gran Acrópolis, aunque parece que la función religiosa-ceremonial, de la Gran Plaza, se conservará hasta el Posclásico y parte del periodo colonial.
[1] Dicha autora afirmaba en 1998. “…en la arquitectura maya, el templo-pirámide siempre se vinculó con la plaza; son dos elementos arquitectónicos absolutamente unidos y esto se debe a su sentido simbólico: representan el vínculo de la tierra cuadrangular con el ciclo piramidal, la unión del ámbito de los hombres y de los dioses.”
[2] Pero, ¿qué dioses?, es decir, ¿realmente podemos hablar de un verdadero culto a figuras determinadas?, debo tener mucho cuidado al abordar este candente tema entre los mayistas puesto que si tenemos en cuenta que es durante el Clásico cuando la Gran Plaza cumple su principal papel no puedo obviar que es justo durante dicho periodo cuando los expertos se plantean el problema de si podemos hablar de culto a divinidades (concretas) propiamente dichas o no. Existe hoy en día entre la comunidad de especialistas en mayas el debate que separa a unos y a otros, pues mientras unos (Marcus, etc) opinan que no podemos hablar de dioses mayas como figuras de culto hasta el periodo Posclásico, momento en el que las influencias mexicanas tienen mayor relevancia, otros (Rivera Dorado, etc) defienden su presencia ya anterior. Sin duda, un tema del que se podría debatir largo y tendido y que quizá me sirva de base para un futuro artículo.
[3] Sanders, Williams y Webster, David, “La antigua ciudad Mesoamericana: Teoría y concepto”. SEEM 2000, Reconstruyendo la Ciudad Maya.
[4] Rodríguez Campero, Omar, “