*Imagen de Chastel Blanc
Desde hace muchos meses tenía ganas de realizar un nuevo artículo sobre la Orden del Temple, así que tras elegir un nuevo tema, desde hace unas cuantas semanas, me puse a preparar una nueva entrada en el blog que se centrase en dicho tema. Tras una serie de revisiones (y seguro que necesitaría bastantes más) me dispongo a publicar, en dos partes, una nueva entrada titulada: Bienes económicos del Temple. Como siempre, cualquier participación, consulta, crítica, corrección, etc serán bienvenidos. *Como finalmente me ha salido un poco extenso la siguiente parte la publicaré al comienzo de la próxima semana.
-Posesiones Templarias-
A lo largo de esta entrada voy a tratar uno de los temas más pesados y arduos, en mi opinión, del estudio templario. Sin duda, quien se haya interesado un poco por esta orden militar conoce de antemano la fama que tenía, la cual quizás fue uno de los desencadenantes de su final y es que el temple, además de orden monástico-militar, tenía una tercera vía eran buenos administradores económicos, eran banqueros, poseían un gran número de propiedades y según cuenta la historia era tal la cantidad de dinero que acumulaban que incluso el mismísimo rey de Francia, entre otros, quiso hacerse con el suculento botín y de ahí su final. De hecho, no era la primera vez que el rey (y otros personajes y organismos) debía pedir a los humildes monjes guerreros préstamos para solventar su maltrecha economía. Intentar llevar a cabo un estudio sobre el carácter económico de la orden, a través del conocimiento de sus múltiples posesiones, se me presenta como algo tan complicado que lo que intentaré realizar será una pequeña introducción a lo que podría ser un trabajo académico mucho mayor, pero eso ya son proyectos para los especialistas. No tengo acceso a las fuentes primarias (documentos originales, cartas, etc) para poder realizar fehacientemente este trabajo sino que bebo, sobre todo, de lo ya expuesto anteriormente por investigadores y especialistas en la materia, cuyo conocimiento lo han dejado plasmado en muchas de sus grandes obras. De esta manera e intentando seguir una línea cronológica coherente trataré la evolución de una orden que, supuestamente comenzó siendo pobre y que, finalmente, se convertiría en la más fuerte y envidiada, económicamente, de su tiempo.
Año 1118 dc, una nueva orden toma forma, una orden que romperá con lo establecido dando lugar a un nuevo estilo: Los pobres caballeros de Cristo. Ciertamente no fueron los primeros pues sus “hermanos” Hospitalarios ya existían desde años antes pero lo novedoso de esta nueva orden era su carácter militar. Son muchas las personas que durante años han defendido la idea de que la orden desde su primer momento era una orden pobre, austera, sin recursos económicos[1] y aunque no soy quien para negar estas afirmaciones si puedo mostrarme disconforme con los planteamientos. De hecho siempre que leo sobre este tema me pregunto si no se estará incurriendo en un error de documentación, de desinformación o que simplemente se está intentando agrandar el mito. Situándonos en el periodo en cuestión debemos recordar que entre sus fundadores había hombres de la nobleza y que además en cuestión de muy pocos años se unen a la iniciativa otros; por ejemplo, el Conde de Champaña. Asimismo Hugues de Payns pertenecía a la baja nobleza y a su vez era siervo del conde champañés. Quiero decir con esto que en sus primeros momentos no fueron gente campesina sin donde caerse muerta si no que era gente que ya poseía recursos de por sí, administraban propiedades, etc y que seguramente parte de esto (o todo) sirvió como base para los momentos siguientes a 1118. Para seguir haciendo hincapié en esta idea, tomando como referencia a los grandes cronistas de la época podremos comprobar algunas curiosidades, por ejemplo, Guillermo de Tiro en su obra declara que:
"El rey Balduino II quien había sucedido a su primo en la pascua de 1118, les proporcionó una base en su palacio, junto al lado sur del templo del señor...los canónigos del templo del señor les cedieron una plaza cerca de al-aqsa en la que podían seguir los oficios monásticos, al mismo tiempo que el rey, sus nobles el patriarca y otros prelados les otorgaban cierto número de beneficios, cuyos ingresos debían servir para alimentarlos y vestirlos..."
Es decir, desde el mismo momento de su fundación la orden del temple está recibiendo unos ingresos monetarios, por mínimos que fueran, que les ayudaban para mejorar su indudable maltrecha situación… y digo esto porque no dudo que su estado fuese lamentable, de la misma manera que lo era para muchos de los cohabitantes recién llegados a la región, pero eso no quiere decir que fuesen pobres. En este sentido cabe resaltar la primera gran donación que reciben los Pobres caballeros de Cristo, la residencia en la mezquita de Al-qsa, ¡ que mayor privilegio que ese !. Sin embargo si tomamos a Fulquerio de Chartres comprobamos que:
"los francos (alusión a los caballeros de cristo) no disponían de suficientes recursos para atender apropiadamente al mantenimiento del templo de salomón y el edificio llego a encontrarse en un estado lamentable, por lo que el área adyacente cedida como alojamiento a los templarios probablemente tuviese un aspecto tan precario como su atuendo."
Parece lógico, teniendo en cuenta que los primeros templarios tenían una labor concreta, defender los caminos entre Jaffa-Jerusalén, una ruta muy transitada y conflictiva, un área bastante extensa para, si tomamos al pie de la letra algunas teorías[2], sólo 9 caballeros. Durante estos primeros años, además de esta ardua labor las altas jerarquías del temple se dedican a promocionar el temple en Occidente y para ello realizan una serie de viajes a Europa; realmente el aspecto de estos caballeros no debía ser muy agradable y quizá por ello la regla se vuelve tan estricta en cuanto al vestir y la apariencia [una descripción de los templarios en sus primeros años nos dice: rara vez se lavaban e iban con una barba hirsuta malolientes de polvo]. Pero dejando de lado el problema de la apariencia de estos primeros templarios, lo cierto es que la, en un futuro, conocida como Orden del Temple comenzó a obtener beneficios económicos desde muy temprano y así tenemos una de las primeras referencias a este respecto: en 1120-1121 cuando el conde Fulco V es alojado en la casa de los templarios en Jerusalén (cumpliendo su voto de cruzado) quedará tan agradecido que realizará la primera donación. A partir de estos momentos y tras los distintos viajes de promoción que realizan por Europa la llegada de donaciones y concesiones de todo tipo comienza a ser incesante. Así a partir de 1125 se produce el progresivo aumento del poderío material templario y aunque en las crónicas se hace referencia a limosnas, por mínimas que sean constituyen la avanzadilla de lo que está por llegar.
Primeras Donaciones
Tras lo comentado hasta este momento, en mi opinión, parece claro que el Temple fue agraciado con toda una serie de posesiones desde los momentos anteriores al Concilio de Troyes, ya sea bien por los propios bienes de sus integrantes o por donaciones, por pequeñas que fuesen, foráneas. Por ejemplo, el 31 de Octubre de 1127 Teobaldo de Champaña realiza una donación de la granja de Barbonne. Pero lo que es indudable es que a partir de dicho concilio el aumento de estas donaciones crece y consecuentemente el poderío económico templario. Así en 1128 los condes de Flandes Guillermo Clito y Thierry de Alsacia otorgan al temple el reconocimiento de los feudos al tiempo que un gran número de particulares se suman a la práctica. Demurger considera que, aunque la mayoría de las primeras donaciones tienen lugar, lógicamente, en territorio Francés, destacando las actas de Douzens en las que un gran número son donaciones al Temple, otras proceden de los nuevos territorios donde se iba implantando la orden, por ejemplo en Portugal donde la condesa Teresa cede el castillo de Soure en Marzo de 1128. Un año más tarde en Aude, se realiza la primera de las 16 donaciones que tienen lugar a lo largo de 5 años. Este mismo año en 1129 el temple recibe la donación de parte del obispo Bartolomeo de Joux de la iglesia de Laon en la región de Ile-de-France, Francia, donde también se situará una encomienda templaria. El 29 de Enero de 1130 el obispo de Aviñón cede una iglesia al temple durante uno de los viajes que realiza Hugues de Payns por la zona. A partir de 1128 la orden recibirá un gran número de donaciones procedentes de la Península Ibérica, la mayoría de ellas (por lo menos las más importantes), procedían de los reyes cediendo castillos y posesiones estratégicas a medida que avanzaba la reconquista y el temple tenía una labor más activa, entre las que destaca la realizada por el conde de Barcelona, Ramón Berenguer III el 14 de Julio de 1130; el conde además de cederse así mismo les dejaba en posesión la fortificación de Grañana[3]. También para este año se cuenta con un contrato de cesión, suscrito por Payens de Montdidier, de las tierras de Noyon, territorios situados al norte del Loira. En Junio de 1131 la orden recibe toda una serie de propiedades de manos del señor de Alés, una donación que posteriormente posibilitaría la formación de la encomienda de Jalés. Pero sin duda, de las donaciones que el temple recibe en estos primeros momentos la que más sorprende por su contenido es el conocidísimo testamento de Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Navarra, en 1131, por el cual el rey tras su muerte nombraba como herederos de su reino a los Templarios, algo que no se llevo a la práctica pues el proceso fue dinamitado por los nobles del reino[4], pero nos da una idea de la importancia que ya había alcanzando la orden en estos primeros años de existencia, pues no debemos olvidar que ya existían otras órdenes militares como la Orden de Belchite, creada por el propio Alfonso I. En 1132 siguiendo en la península Ibérica, el temple recibe Barbará por el conde de Urgel, concesión que se cumple en 1134 confirmada por Ramón Berenguer. En 1132 reciben en el Roselló la casa de Masdeu que posteriormente se convertirá en una encomienda con otras subencomiendas a su cargo[5].
Según la documentación utilizada por M. Caroff en su escrito L´ordre du temple en occident des origines á 1187, no será hasta 1134 cuando el temple empiece a recibir donaciones desde países como Italia (en 1138 los Templarios establecieron encomiendas en Roma) donde está documentada, para dicha fecha, una casa en Milán. Así, a partir del siglo XIII Italia se convertiría en el segundo centro de importancia en cuanto a posesiones, sobre todo cuando los puertos Italianos empiecen a ser más utilizados en los viajes marítimos. De nuevo en la península, esta vez en Navarra, el temple recibía de manos de García Ramírez (y conjuntamente con el Hospital) la cesión del castillo y la población de Las Novillas en 1135, confirmado en 1150 por Ramón Berenguer IV, junto con otras posesiones de territorios colindantes. 1136 se funda la encomienda de Richerenches, Francia, expandiéndose por el territorio. En Inglaterra a partir del sucesor de Enrique I, Esteban, aumentan las posesiones donadas al temple, así en 1139 está registrada la concesión del señorío real de Cowley en Oxfordshire y sus bosques.
A finales de los años 30, en 1139, Leonor de Aquitania permitió el establecimiento templario en uno de los puertos más importantes de la época, La Rochelle[6]. En 1141 el duque de Bretaña otorga la isla de Lannia, una plaza y unos ingresos monetarios procedentes de rentas que cobraba el conde. En 1143 el rey de Aragón, Ramón Berenguer IV, concede al Temple el quinto de las tierras que se conquisten durante los enfrentamientos contra los musulmanes y los castillos de Monzón, Barberá, Chalamera, Mongay, Remolins y si se conquistaba Corbins (y lo que esto suponía, es decir, la creación de encomiendas y casas con territorios y propiedades propias). En 1146 (o 42 dependiendo del autor) el temple recibe de García Ramirez Puente la Reina, tomando también poblaciones próximas, tras establecerse en Aberín la encomienda principal. Este mismo año, si tomamos 1146, Alfonso VII, rey de Castilla y León, donó al temple Villaseca. Durante estas fechas la expansión templaria es una constante y la apertura de encomiendas en Génova, Orleáns, Braga, etc, son prueba de ello[7]. Pero no todo fueron concesiones (digamos) materiales, sino que en estos momentos el temple consigue beneficios como exenciones de pagos y otros privilegios. Luis VII, durante la Segunda Cruzada, dona al temple la ciudad de Savigny en 1149 y toda una serie de privilegios añadidos.
Por todas las regiones y zonas donde había caminos de peregrinos o rutas comerciales estaban presentes casas o encomiendas templarias para controlar el territorio y las rutas costeras, comerciales, de peregrinación, etc, con todos los beneficios que ello suponía.
Mientras tanto las posesiones en tierra santa crecen gracias al éxito y fama alcanzado por el temple y también porque muchos de los caballeros enrolados en la cruzada, antes de partir, ceden sus posesiones al Temple. Convertidos en la mayor fuerza cristiana, junto con el Hospital, comienzan a adquirir toda una serie de puntos estratégicos, fortalezas, etc Así en 1134 reciben de manos de Alfonso-Jordán, Conde de Touluse, una importante concesión: (…) tanto poder y permiso en todas mis tierras como aquellos de que disponen en los lugares orientales de manos del rey de Jerusalén, el príncipe de Antioquia y el conde de Trípoli(…) quien desee darles en todas mis provincias ya sea su propia persona o dinero o tierra o población o castillo o también ciudad(…) puede dar sin disputa alguna y ellos pueden recibirlo libremente(…)[8]. La orden ya se había labrado un nombre y una fama a ambos lados del territorio lo que les permitirá, desde estos primeros momentos, hacer frente a los grandes gastos que esto suponía.
Alrededor de 1149-1150 los templarios reciben Gaza haciéndose fuertes en la fortificación. En 1152 el Obispo de Tortosa (Tartus, Siria) cede el castillo al temple. En la península ibérica Ramón Berenguer IV en 1153 entrega el castillo de Miravet junto con sus dependencias y territorios adyacentes al temple. En 1154 el obispo de Bayeux dona al temple la iglesia de Saintinges. De una manera temporal, en 1160 el Temple recibe el castillo de Gisors, el de Neauphle y Neufchatel, siendo sus custodios durante muy pocos meses antes del casamiento del hijo de Enrique II y la hija de Luis VIII. En Champaña el conde les cede los derechos sobre el cobro del peaje de las actividades comerciales de Provins en 1164. Alonso Enriquez, rey de Portugal, entrega al temple en 1165 una serie de castillos y sus territorios, entre ellos Monsanto e Idanha a Vella. En 1166 Fernando II de León por la labor ejercida en la reconquista dona al temple el señorío de Coria y toda una serie de castillos; posesiones que mantendrán hasta comienzos del siglo XIII cuando la mayor parte de estos dominios pasen a manos de la orden de Alcántara salvo contadas excepciones. En Portugal, la orden recibirá otra importante donación en 1169 donándoles el rey la tercera parte de las tierras que conquistasen desde el Tajo. En 1170 el temple recibe la encomienda de Denney, en Inglaterra, donación de la comunidad monástica de Ely, una posesión que proporcionará nuevos recursos al convertirse en hospital al cual se le cedían múltiples bienes y rentas.
A todas estas grandes concesiones hay que añadirles aquellas que se realizan a título individual pero que también contribuyeron al engrosamiento de las arcas templarias: caballos, bridas, armamento, pequeñas parcelas de tierras, pequeñas cantidades monetarias, etc.
Existe también la posibilidad de que se produzcan donaciones post mortem, es decir, en ocasiones los difuntos han donado al temple toda una serie de posesiones que debían pasar a su poder pero el proceso puede complicarse si los herederos (digamos naturales, quiero decir, familiares directos) no están de acuerdo; por lo tanto dichas concesiones no serán adquiridas por el temple hasta pasado un tiempo[9]. En este sentido hay casos en los que las cesiones al temple son temporales, es decir, la orden poseerá durante un tiempo acordado con el difunto los beneficios de los terrenos, edificios, etc que hayan sido entregados en donación, pero una vez cumplido el plazo de tiempo esos bienes deberán ser devueltos a los herederos, previamente escogidos. Pero la cosa se complica si quien realiza la donación a la orden impone que esta le sea devuelta si la reclama, por ejemplo, a la vuelta de la cruzada; es una donación temporal pero con una cláusula especial porque en muchos de esos casos lo más probable era que no se regresase. Por ejemplo, esto lo acordó el temple en 1147 con Gerardo y Garin de Bouzonville, quienes donaron sus alodios. Existen pruebas documentales de que en algunas ocasiones el temple no ha cumplido estos acuerdos, parece que se producen sobre todo a partir de la etapa en la que su poderío económico y militar se encuentra en su apogeo y el temple se “cree” con el derecho de organizar los acuerdos jurídicos a su antojo. Un caso bastante impactante, por la crueldad del mismo, es el que tiene lugar en Esperton[10], donde el temple, además de no devolver lo pactado utilizará la fuerza bruta para expulsar a los herederos de los territorios; estas prácticas y otras presiones utilizadas por la orden son una de las causas de la posterior desconfianza y rencor que se comprueba en muchas de las actas judiciales contra la orden en las cuales queda reflejada la repulsa hacia la avaricia del temple, siendo una de las recriminaciones populares cuando el temple dejó de tener su razón de ser. De hecho, el Papa Inocencio III con la bula De Insolentia Templariorum en 1207, deja clara su opinión frente al abuso que hacían los Templarios de sus privilegios.
El goteo de donaciones, durante este periodo, es continuo y lo que comenzó como un símbolo de apoyo, ya desde fechas tempranas, se convierte en una especie de negocio, un trueque, ya que en muchas ocasiones las donaciones se hacían con una condición, que ésta les permitiese a los donantes la salvación de sus almas. Como expliqué en entradas anteriores, muchas personas pertenecían al temple pero de manera temporal, los llamados Milites ad Terminum, siendo acogidos por la orden hasta el momento de su muerte; a cambio el donante cede sus posesiones y se asegura la salvación. Un ejemplo lo expone Demurger: Eudes de Grancay, ya de edad, entra en la orden en 1185, en la casa de Bures…en ella muere y es enterrado en 1197[11]. En 1197 el Temple recibe de manos del rey aragonés Alfonso I los bienes de la orden de Montegaudio lo que supuso la adhesión de muchos señoríos que pasaron a engrosar los dominios templarios. En 1211 tras duros litigios entre Alfonso IX de León y el temple, estos reciben el castillo de Ponferrada convirtiéndose en sede de encomienda[12].
Por tanto podemos establecer tres tipos de donaciones:
· Pro anima, suelen ser bienes importantes, la única petición del donante es la salvación de su alma.
· In extremis, realizadas por peregrinos.
· Donaciones remuneradas[13].
[1] De hecho existió la corriente que abogaba por la interpretación del archiconocido sello templario con la figura de dos caballeros cabalgando en el mismo caballo, como la representación de la pobreza que profesaban los miembros de la orden. Una teoría superada desde hace años pero la cual puede leerse, sobre todo por internet.
[2] Creo recordar que en otro momento aclaré este punto pero por si acaso me gustaría resaltar que esta información no es del todo exacta. Miguel el Sirio, otro de los cronistas utilizados para el conocimiento de la historia del temple, nos habla de Hugues de Payns y treinta compañeros suyos o lo que es lo mismo puede que fuesen 9 caballeros pero que en total toda la camarilla que formaba parte de la primitiva orden hubiesen sido algunas personas más, lo que es bastante más factible para una orden cuya labor era la de “guardianes de caminos”.
[3]El extracto de la concesión puede leerse en Demuerger, Alain, Auge y caída de los templarios. Ed. Martínez Roca 1986. Pág. 57-58
[4] Barber, M. Templarios, la nueva caballería. Ed. MR, 2001. Pág 47. Aunque el testamento inicial no se llevó a la práctica, el temple recibió años después castillos y territorios como: Monzón, Mongay, Chalamera, etc. Además de los castillos, los templarios recibían una décima parte de los ingresos reales, una suma anual de 1000 solidi procedente de Zaragoza y una quinta parte de lo obtenido en las expediciones que se llevaran a cabo en España y quedarían exentos de los peajes, aduanas y exacciones acostumbradas en las tierras de Ramón Berenguer.
[5] Fuguet, Joan y Plaza, Carme, Los templarios en la península Ibérica. El Cobre ediciones 2005. Pág. 75.
[6] La concesión puede ser leída en : Cartulaire general de l´ordre du Temple 1119-1150. Recueil des chartes et des bulles relatives á l´ ordre du Temple, ed. Marqués d´ Albon, París, 1913. También, un extracto de la misma se encuentra en: Barber, M. Templarios, la nueva caballería. Ed. MR, 2001. Pág 43.
[7] Ibíd. Pág 39.
[8]Una lectura más detallada de la concesión puede ser leída en: Barber, M. Templarios, la nueva caballería. Ed. MR, 2001. Pág 55. La completa lectura de la misma se encuentra en: Cartulaire general de l´ordre du Temple 1119-1150. Recueil des chartes et des bulles relatives á l´ ordre du Temple, ed. Marqués d´ Albon, París, 1913
[9] Demurger, Alain, Auge y caída de los Templarios, Ed Martínez Roca 1986. Pág 152-153. En 1197 Guillermo de Bergadón dona al Temple propiedades en el alto Llobregat (Cataluña). Muere entre 1192 y 1196. Su hermano se niega a cumplir el voto de difunto y en 1199 vende el vizcondado de Bergadón, comprendidos los bienes legados al Temple, al rey de Aragón Pedro II. El temple no entrará en posesión de ese legado hasta 1231.
[10] Ibid. Pág 157. Hechos como este quedan reflejados en una de las mejores novelas históricas (opinión personal) sobre el temple: Beltrán, un templario en el exilio de Watson, William, donde el autor expone el mismo tipo de abuso con un rigor inusual en este tipo de novelas.
[11] Demurger, Alain, Auge y caída de los Templarios, Ed Martínez Roca 1986. Pág 153
[12] Recomiendo para un conocimiento más exhaustivo de las posesiones templarias en la península ibérica la gran obra de Fuguet y Plaza, Fuguet, Joan y Plaza, Carme, Los templarios en la península Ibérica. El Cobre ediciones 2005. A través de dicha obra el lector podrá conocer de una manera minuciosa las múltiples posesiones templarias en todo el área peninsular, además la publicación va acompañada de referencias bibliográficas, textos originales, representaciones pictóricas y fotografías de altísima calidad que convierten a esta obra en una obligada referencia.
[13]Un ejemplo de esta donación es la explicada en el pie de página 9, aunque con la curiosidad de que en ella no se cumplió lo acordado.
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