Las mujeres de alto rango de la antigua Tenochtitlan eran las encargadas de los rituales previos a la guerra, y se desempeñaban como educadoras en instituciones de enseñanzas. Con esta investigación, que será presentada el próximo 3 de marzo, concluirá el ciclo de conferencias conmemorativas al 34° aniversario del hallazgo del monolito de Coyolxauhqui.
Algunos de los deberes que tenían las mujeres mexicas de alto rango al interior de sus hogares, como realizar rituales de guerra para el triunfo de sus maridos y combatientes, o su rol de educadoras en instituciones de enseñanza, como el calmécac y el tepochcalli, serán dados a conocer este sábado en la última conferencia del ciclo conmemorativo al 34° aniversario del hallazgo del monolito de la diosa Coyolxauhqui, que se realiza en el Museo del Templo Mayor.
La investigación, encaminada a profundizar en la educación femenina en la antigua Tenochtitlan, es una de las primeras en abordar esta temática, pues si bien existen antecedentes sobre la instrucción de los mexicas —realizadas por los historiadores y escritores Miguel León-Portilla, Alfredo López Austin y José Rubén Romero—, no había alguna que se dedicara particularmente a las mujeres.
El estudio será presentado el próximo 3 de marzo en dicho foro académico, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) para dar a conocer nuevas investigaciones en torno a esta civilización prehispánica, donde el historiador Miguel Pastrana Flores, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), impartirá la ponencia El corazón del hogar. La educación femenina entre los mexicas.
Al respecto, el investigador adelantó que las mujeres mexicas tenían un rol importante, tanto en la cotidianidad y en sucesos relevantes de la familia —como administradoras de los bienes del hogar y dirigentes de rituales al interior del mismo—, así como en el ámbito social, en el que se desempeñaban como educadoras.
“Su papel era de suma importancia, porque complementaba las funciones que el hombre hacía al exterior de la comunidad, como las guerras, las conquistas, los rituales públicos y el cobro de tributos; el sector femenino por tanto se ocupaba de las actividades internas, como los rituales hogareños, los códigos de comportamiento, el arte culinario, la administración de los bienes de la casa y el desarrollo económico de cada familia, al ser las encargadas de la producción de textiles y de diversos productos para el trueque”.
Miguel Pastrana abundó que el sector femenino de Tenochtitlan tenía desde la infancia la obligación de ser “el centro de conciencia y equilibrio de la familia, como lo refiere un fragmento de las crónicas de fray Bernardino de Sahagún, donde se describe el nacimiento de una niña a quien la partera indica, frente a las demás mujeres de la comunidad, que deberá ‘ser el corazón de su hogar’, en referencia a que la mujer deberá ser el equilibrio y soporte de su estirpe.
“En el caso de las mujeres pillis, que eran aquellas que pertenecían al alto rango social tenochca —y a las que se enfoca el estudio—, éstas estaban destinadas a ser las futuras esposas de jefes guerreros, altos funcionarios y gobernantes mexicas, por lo que recibían dos tipos de educación: la práctica, utilizada para la vida cotidiana, y la ritual, que se desarrollaba en días o circunstancias específicas y, que a su vez, incluían el aspecto religioso”, explicó el especialista del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
Respecto a la educación ritual, indicó Pastrana Flores, las mujeres debían mantener limpio el hogar y hacer diariamente ofrendas con hule, copal y alimentos, que se colocaban en el altar que cada hogar tenía; así como convocar y dirigir a los demás miembros de la familia a participar en su cuidado y en las oraciones cotidianas.
“Un ejemplo de estas actividades eran los rituales realizados dentro de las casas de los guerreros o cobradores de tributos poco antes de que partieran. La esposa se ponía pintura facial con tizne y se vestía con ropas viejas y maltratadas, buscando que su apariencia fuera de tristeza y angustia; se ofrecían cantos y oraciones a los dioses pidiendo la bienaventuranza de los guerreros y triunfo en sus campañas.
“Al regreso del hombre, la mujer realizaba otro ritual, en este caso de bienvenida, para agradecer a los dioses la victoria y el retorno de su esposo; se ofrendaban guisos finos (con alimentos restringidos a la población común), se utilizaban ropas elegantes con tejidos delicados y diseños hechos con plumas, y en ocasiones se ofrecían algunos de los productos que el combatiente o recaudador de tributos traían de su expedición”.
Por otro lado, la enseñanza práctica que recibían las mujeres pillis se orientaba a fines cotidianos, entre ellos realizar tejidos e hilados finos, y tener una magnifica preparación culinaria que abarcara suculentas comidas hechas con ingredientes exclusivos para personas de alto rango, como la carne de pelícano o el chocolate.
Además, añadió Miguel Pastrana, debían saber los códigos de comportamiento y expresiones del lenguaje corporal según las circunstancias o los lugares (hogar, templo, adoratorio), así como hacer actividades de aseo, como barrer diariamente la casa a primera hora con la intención de “sacar todos los pecados y vicios del hogar”. Al mismo tiempo las pillis se encargaban de la administración de las telas, joyas y alimentos al interior de la casa.
El historiador dijo que a partir de fuentes documentales, como los códices Florentino y Mendocino, textos de conducta o huehuetlatolli (que significa “antigua palabra” o “plática de ancianos”), así como diversos escritos de cronistas españoles, como fray Bernardino de Sahagún, Diego Durán, Jerónimo de Mendieta y Juan Baptista de Pomar, se sabe que los hogares de alta jerarquía de la sociedad mexica eran polígamos, es decir, los hombres tenían diversas mujeres, aunque sólo una era responsable y dirigente de los cuidados y actividades de la casa y el linaje de la familia.
Pastrana Flores añadió que de igual manera, en el texto Historia general de las cosas de la Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún, se menciona que las mujeres también asistían a las escuelas mexicas, en un tipo de calmécac (colegio para personas de alta jerarquía) femenino, así como al tepochcalli (para gente común), aunque se desconoce qué se les enseñaba.
Por otra parte, en el Códice Florentino se indica que algunas señoras mexicas se hallaban al interior de los colegios, posiblemente fungiendo como maestras, algo que hasta el momento no se ha corroborado.
“Los niños tenochcas incursionaban en las escuelas entre los seis y nueve años de edad, hasta los 15 o 19, cuando egresaban ya como adultos. Según se lee en dicho códice, al ingresar a los colegios los infantes ‘eran recibidos por ancianas’; en otro apartado se menciona a las mujeres ofrendadoras y ritualistas al interior del lugar, lo que sugiere que tal vez una parte del sector femenino se dedicaba a impartir enseñanzas en dichas instituciones”, comentó el historiador.
Miguel Pastrana continuó que las fuentes históricas antes mencionadas también hacen referencia a la participación de las mujeres dentro de actos públicos religiosos, en los cuales aportaban las ofrendas, pintaban a los involucrados y oraban.
“El tema del papel de la mujer en la cultura mexica es sumamente interesante, pero complejo por la falta de documentación al respecto, puesto que ni los evangelizadores ni sus informantes indígenas lo registraron de manera amplia, aunque sí hacen referencias breves de la vida cotidiana, donde invariablemente ellas eran protagonistas, lo cual es una rica veta de investigación para la historia, la antropología y la arqueología”, concluyó Miguel Pastrana.
La última conferencia del ciclo conmemorativo al 34° aniversario del hallazgo de Coyolxauhqui, se dictará el próximo sábado 3 de marzo a las 10:00 horas en el Auditorio “Eduardo Matos Moctezuma”, del Museo de Templo Mayor, ubicado en la calle de Seminario 8, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Entrada gratuita.
*Fuente. INAH