Textos antiguos del primer siglo del Islam ubicaban el palacio en un lugar conocido como al-Sinnabra, dato que hasta ahora no había ayudado a los arqueólogos a dar con su emplazamiento.
Arqueólogos israelíes han conseguido identificar el lujoso palacio que los primeros califas de la dinastía Omeya tuvieron a orillas del mar de Galilea, cuya existencia mencionan en sus textos historiadores árabes de la época. El palacio, construido por el primer califa, Muawiya, en el siglo VII, ha sido identificado en las proximidades de la moderna Beth Yerah o Jirbet el Kerak, a orillas del bíblico lago, en un yacimiento descubierto hace décadas, informó hoy en un comunicado la Universidad de Tel Aviv (UTA).
«Tiene gran relevancia no sólo por la importancia en sí del palacio omeya, sino también por su exclusiva cercanía a una iglesia del período bizantino más temprano y por la corta distancia a la que se encuentra de un cementerio de pioneros sionistas», dice en la nota el arqueólogo Raphael Greenberg, del departamento de Arqueología de esa universidad.
Textos antiguos del primer siglo del Islam ubicaban el palacio en un lugar conocido como al-Sinnabra, dato que hasta ahora no había ayudado a los arqueólogos a dar con su emplazamiento. Excavaciones en la misma zona de Beth Yerah entre 1950 y 1953 dieron como resultado el hallazgo de una estructura fortificada que los expertos fecharon en el período bizantino (330-620 D.C), una evaluación puesta en tela de juicio cuando, poco después, se encontró una gran sala orientada hacia Jerusalén y con el dibujo de un candelabro de siete brazos en una piedra.
En 2002, a raíz de otros descubrimientos menores, un arqueólogo estadounidense de Chicago afirmó que la sala no era una sinagoga sino que parecía ser el mítico palacio de los Omeya en Tiberíades, construido por el califa Muawiya, que gobernó desde Damasco entre el 661 y el 680. Historiadores de esa época relatan que, desde Muawiya hasta Abdel Malik (685-705), constructor de la conocida mezquita de la Cúpula de la Roca en Jerusalén, todos los califas usaron el palacio en los meses de invierno, por el cálido clima de la zona. La identificación del palacio, trabajo en el que también ha participado la Universidad Hebrea de Jerusalén, fue posible después de un exhaustivo examen de los cimientos de la sala que hasta ahora se creía una sinagoga.
Monedas halladas bajo el suelo y otras estructuras subterráneas demuestran que el edificio no pudo haber sido construido antes del 650. Así lo indican también unos suntuosos baños encontrados junto al muro exterior del palacio y que son fechados a finales del siglo VII, y los restos de conductos agua y tuberías de cerámica, que apuntan a la existencia en su día de un sofisticado sistema de distribución alimentado por un acueducto.
El palacio en la zona de los Omeya estaba cerca de la ciudad de Tiberíades, fundada en el 20 d.C. por Herodes Antipas en honor del emperador romano Tiberio y que fuera capital de la zona hasta la conquista musulmana. En su época de gloria, el palacio fue el centro de la actividad real de la dinastía omeya y, con la caída del Califato de Damasco alrededor del 750, declinó también la importancia de al-Sinnabra.
Greenberg destaca que los restos, entre ellos muros de dos metros de espesor, permiten delimitar la base estructural del recinto, los baños y las torres de defensa que el palacio tuvo durante el trascendental primer siglo de vida del Islam.
*Fuente. La Voz de Galicia
Arqueólogos israelíes han conseguido identificar el lujoso palacio que los primeros califas de la dinastía Omeya tuvieron a orillas del mar de Galilea, cuya existencia mencionan en sus textos historiadores árabes de la época. El palacio, construido por el primer califa, Muawiya, en el siglo VII, ha sido identificado en las proximidades de la moderna Beth Yerah o Jirbet el Kerak, a orillas del bíblico lago, en un yacimiento descubierto hace décadas, informó hoy en un comunicado la Universidad de Tel Aviv (UTA).
«Tiene gran relevancia no sólo por la importancia en sí del palacio omeya, sino también por su exclusiva cercanía a una iglesia del período bizantino más temprano y por la corta distancia a la que se encuentra de un cementerio de pioneros sionistas», dice en la nota el arqueólogo Raphael Greenberg, del departamento de Arqueología de esa universidad.
Textos antiguos del primer siglo del Islam ubicaban el palacio en un lugar conocido como al-Sinnabra, dato que hasta ahora no había ayudado a los arqueólogos a dar con su emplazamiento. Excavaciones en la misma zona de Beth Yerah entre 1950 y 1953 dieron como resultado el hallazgo de una estructura fortificada que los expertos fecharon en el período bizantino (330-620 D.C), una evaluación puesta en tela de juicio cuando, poco después, se encontró una gran sala orientada hacia Jerusalén y con el dibujo de un candelabro de siete brazos en una piedra.
En 2002, a raíz de otros descubrimientos menores, un arqueólogo estadounidense de Chicago afirmó que la sala no era una sinagoga sino que parecía ser el mítico palacio de los Omeya en Tiberíades, construido por el califa Muawiya, que gobernó desde Damasco entre el 661 y el 680. Historiadores de esa época relatan que, desde Muawiya hasta Abdel Malik (685-705), constructor de la conocida mezquita de la Cúpula de la Roca en Jerusalén, todos los califas usaron el palacio en los meses de invierno, por el cálido clima de la zona. La identificación del palacio, trabajo en el que también ha participado la Universidad Hebrea de Jerusalén, fue posible después de un exhaustivo examen de los cimientos de la sala que hasta ahora se creía una sinagoga.
Monedas halladas bajo el suelo y otras estructuras subterráneas demuestran que el edificio no pudo haber sido construido antes del 650. Así lo indican también unos suntuosos baños encontrados junto al muro exterior del palacio y que son fechados a finales del siglo VII, y los restos de conductos agua y tuberías de cerámica, que apuntan a la existencia en su día de un sofisticado sistema de distribución alimentado por un acueducto.
El palacio en la zona de los Omeya estaba cerca de la ciudad de Tiberíades, fundada en el 20 d.C. por Herodes Antipas en honor del emperador romano Tiberio y que fuera capital de la zona hasta la conquista musulmana. En su época de gloria, el palacio fue el centro de la actividad real de la dinastía omeya y, con la caída del Califato de Damasco alrededor del 750, declinó también la importancia de al-Sinnabra.
Greenberg destaca que los restos, entre ellos muros de dos metros de espesor, permiten delimitar la base estructural del recinto, los baños y las torres de defensa que el palacio tuvo durante el trascendental primer siglo de vida del Islam.
*Fuente. La Voz de Galicia
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