Arqueólogos del INAH hallaron un pequeño dibujo de más de 500 años de antigüedad en un abrigo rocoso, se atribuye a grupos chisos y tobosos, extintos durante la Colonia. La imagen prehispánica pudo haber sido creada entre los siglos XII al XV y es una de las mejor conservadas que se han encontrado hasta el momento en esa entidad.
Especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) descubrieron una pequeña pintura rupestre, en un frente rocoso conocido como “Boquilla de las Chivas”, en el desierto de Chihuahua, cuya antigüedad es de más de 500 años y que se atribuye a tribus que se extinguieron durante la evangelización.
El antiguo dibujo fue hallado en la parte oriental de ese estado, y se estima fue elaborado entre los siglos XII y XV. Presenta un buen estado de conservación y por su diseño y simetría, los expertos consideran que se trata de una de las mejor trazadas que se han encontrado hasta ahora en la región, además de evidenciar la evolución que tuvo la pintura rupestre del desierto chihuahuense.
“Es una bella y bien conservada pintura de tan sólo 40 centímetros de largo por 9 de ancho, realizada con pigmentos vegetales y minerales, que representa una procesión de venados hembras. La obra estaría relacionada con la práctica de la cacería para la alimentación de los grupos chisos y tobosos, ya extintos, y que se asentaron en esta parte de la entidad”, indicó el arqueólogo Francisco Mendiola Galván.
“Así mismo, muestra la forma de alimentación que tenían estos grupos indígenas hasta antes de la llegada de los españoles al norte del país —hacia los albores del siglo XVII—, como lo refieren las crónicas de los evangelizadores”.
El hallazgo de esta manifestación gráfica se registró durante los trabajos de investigación y catalogación de arte rupestre que el INAH lleva a cabo desde hace casi dos décadas en el desierto de Chihuahua. “El dibujo fue localizado en un frente rocoso que por sus características se puede considerar fue un lugar sagrado, mientras que la pintura refiere a un discurso con el que se buscaba propiciar la alimentación.
“Esto se infiere porque alrededor de este espacio no encontramos evidencias de actividades domésticas ni de fabricación de instrumentos para caza, como puntas de proyectil o flechas, lo cual indica que para estos grupos seminómadas este espacio fue un lugar especial”.
Mendiola Galván, investigador del Centro INAH Chihuahua, abundó que “la imagen está perfectamente dibujada, lo que permite afirmar sin ninguna duda, que el grupo que la realizó dominaba el trazo y la tinta plana, lo que revela el alto nivel pictórico de los grupos humanos que habitaron el desierto antes de la época del contacto español.
“De ahí la importancia de la pintura, ya que de ella también se infiere la “evolución plástica” de estos grupos prehispánicos”, subrayó el especialista en arte rupestre del norte mexicano.
Detalló que desde 1992 —cuando se comenzó el registro de las manifestaciones rupestres del desierto de Chihuahua— y hasta la fecha se han detectado 120 sitios, de los cuales más de la mitad poseen imágenes y grabados antiguos.
“En estos puntos distribuidos en el área central y el desierto del norte del estado se han contabilizado más de mil 500 elementos gráfico-rupestres, cuya antigüedad va desde el periodo Arcaico Tardío (1100 a.C. - 100 d.C.) hasta la época colonial y algunos del siglo XIX.
“Las morfologías de estas obras rupestres permiten ubicar en espacio y tiempo a los grupos que las crearon y dan testimonio del pensamiento de estos grupos, por ejemplo, las de los tiempos arcaicos retratan sus necesidades primarias, como la alimentación, en tanto que las coloniales muestran su apreciación respecto al otro, es decir del conquistador europeo.
Francisco Mendiola comentó que otros elementos del arte rupestre de Chihuahua que se han encontrado son los grabados y elementos pintados que representan conteos, la observación de las estrellas, así como ciclos estacionales que fueron importantes para la sobrevivencia de los grupos seminómadas.
Este conjunto de expresiones dan a conocer la diversidad cultural, además de la organización de los grupos prehistóricos y prehispánicos, y conforman una realidad arqueológica completamente diferente a la mesoamericana.
El arqueólogo del INAH destacó que en la Cueva de la Monas, uno de los lugares más importantes de Chihuahua, se albergan las pinturas rupestres más grandes que existen en el estado, algunas de las cuales llegan a alcanzar una altura de casi un metro. En tanto que en el sitio de Candelaria se ha encontrado la pintura más pequeña, de menos de 15 centímetros, en la que se observa la representación de un borrego cimarrón.
Destacó que durante los 18 años que llevan de investigación y registro, paralelamente se ha realizado la interpretación de las imágenes, así como de la identificación de los materiales con que fueron plasmadas.
“En general, el pigmento de las pinturas proviene del óxido de hierro (hematita) y en menor medida del carbón, así como de diversas savias de otros vegetales, sin embargo, hasta el momento, lo que no se ha podido conocer es cuáles fueron los componentes químicos o los fijadores que han permitido que estas pinturas se hayan conservado por tantos siglos, situación que se traduce en un gran estímulo para continuar con las investigaciones”, concluyó.
*Fuente. INAH
Especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) descubrieron una pequeña pintura rupestre, en un frente rocoso conocido como “Boquilla de las Chivas”, en el desierto de Chihuahua, cuya antigüedad es de más de 500 años y que se atribuye a tribus que se extinguieron durante la evangelización.
El antiguo dibujo fue hallado en la parte oriental de ese estado, y se estima fue elaborado entre los siglos XII y XV. Presenta un buen estado de conservación y por su diseño y simetría, los expertos consideran que se trata de una de las mejor trazadas que se han encontrado hasta ahora en la región, además de evidenciar la evolución que tuvo la pintura rupestre del desierto chihuahuense.
“Es una bella y bien conservada pintura de tan sólo 40 centímetros de largo por 9 de ancho, realizada con pigmentos vegetales y minerales, que representa una procesión de venados hembras. La obra estaría relacionada con la práctica de la cacería para la alimentación de los grupos chisos y tobosos, ya extintos, y que se asentaron en esta parte de la entidad”, indicó el arqueólogo Francisco Mendiola Galván.
“Así mismo, muestra la forma de alimentación que tenían estos grupos indígenas hasta antes de la llegada de los españoles al norte del país —hacia los albores del siglo XVII—, como lo refieren las crónicas de los evangelizadores”.
El hallazgo de esta manifestación gráfica se registró durante los trabajos de investigación y catalogación de arte rupestre que el INAH lleva a cabo desde hace casi dos décadas en el desierto de Chihuahua. “El dibujo fue localizado en un frente rocoso que por sus características se puede considerar fue un lugar sagrado, mientras que la pintura refiere a un discurso con el que se buscaba propiciar la alimentación.
“Esto se infiere porque alrededor de este espacio no encontramos evidencias de actividades domésticas ni de fabricación de instrumentos para caza, como puntas de proyectil o flechas, lo cual indica que para estos grupos seminómadas este espacio fue un lugar especial”.
Mendiola Galván, investigador del Centro INAH Chihuahua, abundó que “la imagen está perfectamente dibujada, lo que permite afirmar sin ninguna duda, que el grupo que la realizó dominaba el trazo y la tinta plana, lo que revela el alto nivel pictórico de los grupos humanos que habitaron el desierto antes de la época del contacto español.
“De ahí la importancia de la pintura, ya que de ella también se infiere la “evolución plástica” de estos grupos prehispánicos”, subrayó el especialista en arte rupestre del norte mexicano.
Detalló que desde 1992 —cuando se comenzó el registro de las manifestaciones rupestres del desierto de Chihuahua— y hasta la fecha se han detectado 120 sitios, de los cuales más de la mitad poseen imágenes y grabados antiguos.
“En estos puntos distribuidos en el área central y el desierto del norte del estado se han contabilizado más de mil 500 elementos gráfico-rupestres, cuya antigüedad va desde el periodo Arcaico Tardío (1100 a.C. - 100 d.C.) hasta la época colonial y algunos del siglo XIX.
“Las morfologías de estas obras rupestres permiten ubicar en espacio y tiempo a los grupos que las crearon y dan testimonio del pensamiento de estos grupos, por ejemplo, las de los tiempos arcaicos retratan sus necesidades primarias, como la alimentación, en tanto que las coloniales muestran su apreciación respecto al otro, es decir del conquistador europeo.
Francisco Mendiola comentó que otros elementos del arte rupestre de Chihuahua que se han encontrado son los grabados y elementos pintados que representan conteos, la observación de las estrellas, así como ciclos estacionales que fueron importantes para la sobrevivencia de los grupos seminómadas.
Este conjunto de expresiones dan a conocer la diversidad cultural, además de la organización de los grupos prehistóricos y prehispánicos, y conforman una realidad arqueológica completamente diferente a la mesoamericana.
El arqueólogo del INAH destacó que en la Cueva de la Monas, uno de los lugares más importantes de Chihuahua, se albergan las pinturas rupestres más grandes que existen en el estado, algunas de las cuales llegan a alcanzar una altura de casi un metro. En tanto que en el sitio de Candelaria se ha encontrado la pintura más pequeña, de menos de 15 centímetros, en la que se observa la representación de un borrego cimarrón.
Destacó que durante los 18 años que llevan de investigación y registro, paralelamente se ha realizado la interpretación de las imágenes, así como de la identificación de los materiales con que fueron plasmadas.
“En general, el pigmento de las pinturas proviene del óxido de hierro (hematita) y en menor medida del carbón, así como de diversas savias de otros vegetales, sin embargo, hasta el momento, lo que no se ha podido conocer es cuáles fueron los componentes químicos o los fijadores que han permitido que estas pinturas se hayan conservado por tantos siglos, situación que se traduce en un gran estímulo para continuar con las investigaciones”, concluyó.
*Fuente. INAH
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